Tapabocas

A todos quienes hemos volado con cierta regularidad nos ha tocado presenciar pasajeros cuya conducta deja mucho que desear. Hablan a viva voz, ponen sus pies en la cabecera del asiento de adelante, discuten groseramente con los tripulantes de cabina o no les importa en lo más mínimo invadir el espacio personal de quien se encuentra a su lado. Sienten que el avión, y todos los que están a bordo, están a su servicio. Son los costos no deseados de la democratización de los cielos y más de alguna vez quisimos darles un tapabocas. 

A veces se presencian casos más extremos. Este año una mujer en Estados Unidos fue condenada a pagar US$ 82.000 por haber golpeado a una tripulante de cabina durante un vuelo entre Texas y Carolina del Sur. La asistente había tratado de ayudar a la pasajera luego que se cayera en el pasillo del avión, pero en este caso el tapaboca lo recibió ella, acompañado de un fuerte empujón, repetidos golpes en la cabeza, escupos varios y un intento de abrir la cabina en pleno vuelo, provocando terror en el resto de los pasajeros. 

Es lo que en aviación se conoce como un pasajero disruptivo. Aquel que adopta o ha adoptado conductas alteradas, violentas o revoltosas que interfieren en las obligaciones y funciones de la tripulación, perturbando la tranquilidad de los otros pasajeros. Disrupciones que van desde no acatar las instrucciones, como ajustarse los cinturones, a manifestar conductas que atenten contra la moral y las buenas costumbres, estar bajo los efectos del alcohol o las drogas, o hacer cualquier cosa que afecte la seguridad del vuelo. La performance de la señora del caso descrito cae en varias de esas categorías. En lugar de un tapaboca, recibió una multa sin precedentes para estos casos.  

Casos como este comenzaron a registrarse en la década de los ’70, a medida que la industria aérea iniciaba un proceso de masificación en todo el mundo que continúa hasta nuestros días gracias a la proliferación de las low cost. Pero sean del tipo que sean, las aerolíneas no perdonan ni olvidan, por lo que si alguien se hace merecedor de esa calificación, le será muy difícil abordar un avión nuevamente. Al menos de la misma compañía. 

Así le ocurrió a un hombre que no pudo embarcarse en Santiago de Chile con destino a Buenos Aires. ¿La razón? Tres años antes había tenido la genial idea de intentar que el despegue de un vuelo de la misma compañía en el aeropuerto de Ezeiza se retrasara, aduciendo -a viva voz mientras corría por el terminal en dirección a la puerta de embarque- que en el avión había una bomba oculta dentro de su equipaje. Pese al tiempo transcurrido desde entonces, la línea aérea lo tenía identificado en su watch list y le dio un tapaboca dejándolo en tierra. 

Se calcula que en uno de cada 12.000 vuelos se presenta un conflicto con pasajeros disruptivos, lo que equivale aproximadamente a 93 incidentes diarios. Y desde hace unos años están mostrando una alarmante alza en todo el mundo, donde el culpable es, nuevamente, el maldito COVID.

El virus no solo terminó de golpe con nuestras rutinas y costumbres, si no que deterioró en forma preocupante la salud mental de millones de personas en todo el mundo. Hombres y mujeres que al subirse a un avión se convierten en pasajeros que deben respetar ciertas normas por su propia seguridad, pero que al trastornarse o rebelarse frente a ellas se transforman en una amenaza para todos. 

De los más de 5 mil casos que se registraron en 2021 solo en Estados Unidos, la gran mayoría tuvieron relación con medidas sanitarias asociadas a la pandemia, principalmente gente que se negaba a acatar la obligación de usar mascarilla a bordo. Tanto es así, que la Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos debió anunciar ese año una política de “tolerancia cero” a los pasajeros problemáticos. Desde enero de 2021 la entidad contabiliza US$ 7 millones en multas por este concepto en ese país asociados a más de 7 mil incidentes, de los cuales un 70% corresponden a problemas asociados al tapabocas. 

Los barbijos fueron el minimo minimorum para que los vuelos no se paralizaran en un 100% en los días oscuros que antecedieron la llegada de las vacunas. Casi desde el inicio de la pandemia se supo que las posibilidades de contagio en un vuelo eran significativamente menores que en un restaurante o en el supermercado, como lo constató una investigación de la Universidad de Harvard a fines de 2020. El riesgo de transmisión del virus se reducía a niveles “muy bajos” gracias a los sistemas de ventilación de los aviones, que recircula el 100% del aire en pocos minutos; la limpieza y desinfección de las cabinas antes de cada vuelo, y las medidas de distanciamiento durante los embarques y desembarques.  Y, por cierto, al uso de las resistidas mascarillas. 

En abril pasado una jueza federal en Florida anuló el mandato de uso de tapabocas adoptado por el gobierno federal en todo el transporte público y las líneas aéreas de ese país no tardaron en reaccionar, adoptando desde entonces el uso voluntario de estos en sus vuelos. 

Coincidentemente, en lo que va de este año los incidentes con pasajeros disruptivos muestran una disminución. Pero el problema seguirá siendo un motivo de preocupación para la industria por los costos y trastornos que significa para la normalidad de sus operaciones. Existía desde antes de la irrupción del COVID-19 y seguirá existiendo cuando (esperemos) el virus se convierta en un resfrío más. Por lo pronto, la mayoría de las compañías aéreas sigue exigiendo el uso de mascarillas y en la medida que la demanda está llenando nuevamente los aviones, la necesidad de reforzar a la gente el comportamiento que deben observar a bordo será muy importante. 

Los pasajeros disruptivos, más que estar asociados a un problema de salud, son un problema de educación. Y eso ningún tapabocas lo soluciona. 

Escrito por:

Sergio Espinosa V.

Periodista chileno especializado en temas de aviación, ha trabajado en los más prestigiosos diarios y revistas de ese país. Aunque ha ocupado distintos puestos, su pasión siempre ha sido escribir sobre la industria aérea. 

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3 Comments on “Tapabocas”

  • Jenny Del Rio Roman

    says:

    Esta columna me gustó mucho porque toca o aborda una realidad que todos hemos visto y sufrido en vuelos… creo que faltó más ejemplos chilenos porque los hay y son de algunos famosillos de mala conducta

  • Viviana Vakenzuela

    says:

    Me parece muy bien que las aerolíneas adopten medidas en contra de este tipo de pasajeros. La pandemia no es la causa de sus actitudes sino un pretexto para personas que siempre han sido problemáticas y ahora se demuestran mas abiertamente prepotentes! Muy acertada esta columna, ya que se han multiplicado los viajes y es bueno saber que hay medidas como ls mencionada.

  • Christian

    says:

    Se podrían escribir miles de casos, pero aquí se ejemplifica muy bien esta situación que en mas se una ocasión nos ha tocado vivir a los pilotos.

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