“Improvisación” Japonesa

Durante varios años viví y trabajé en Japón, ejerciendo mi profesión de ingeniero en el sector de la aviación. Siendo originario de Colombia, y habiendo trabajado en ese y otros países de Latinoamérica, los contrastes culturales y profesionales fueron fuentes constantes de anécdotas durante mi vida en Tokio.

En general, pero sobre todo en las grandes y tradicionales empresas japonesas, la ética profesional tiende al perfeccionismo. Hay procesos muy detallados que indican qué hacer en cada situación posible para que los problemas no se repitan. Dependiendo de las potenciales consecuencias, la solución puede requerir desde cambiar los procesos, hasta parar totalmente la producción mientras la situación es solucionada.

Adherirse a estos procesos es casi religioso, y seguir cada paso es tan importante como el resultado final.

En alguna ocasión, un taller reparador de motores a las afueras de Tokio estaba retrasando la producción por problemas que, en mi opinión, eran ínfimos; por lo que fui a visitarlos con otros compañeros de trabajo, todos “occidentales”. En la reunión, típica japonesa con todos los representantes de la cada empresa en cada lado opuesto de la mesa, empezamos a discutir, en inglés, la agenda programada. Pronto se hizo evidente que la razón por la que aquellos problemas estaban causando tanto impacto en la producción, era que no existía un procedimiento para solucionarlos, por lo que los empleados quedaban en un “limbo” cuando se encontraban con ellos.

Para mí era tan evidente la solución, que no podía creer que pararan su trabajo sólo por eso, así que les dije que en esos casos tenían que improvisar. En ese momento, todos los representantes del taller empezaron a hablar entre ellos en japonés, y luego de un rato hicieron que otra persona viniera a la sala de reuniones. Ella era una japonesa que, por haber trabajado en la embajada de Japón en Brasil, hablaba portugués, y sus compañeros supusieron que como yo hablaba español, tal vez podría decirle a ella lo que yo quería decir. “Improvisación” se dice muy parecido en portugués, así que en un par de minutos ella les estaba explicando a sus compañeros mi sugerencia. No hubo necesidad de traducción para entender la sorpresa y el asombro que las caras de los japoneses expresaban al escuchar lo que su compañera les decía. Luego de unos segundos necesarios para retomar el aliento, me explicaron, en inglés, que ellos no hacían eso.

La reunión continuó su curso, y eventualmente encontramos algunas soluciones convenientes para todos. Al final, quedamos de encontrarnos nuevamente en la noche para compartir unas cervezas, algo muy tradicional en la cultura de negocios japonesa, pues en esos momentos, más relajados, las personas se sienten libres de expresar sus verdaderas emociones, algo impensable mientras se está en la oficina.

Cuando el licor empezó a hacer efecto, uno de los japoneses me contó que, durante la reunión, ellos sí habían entendido lo que yo quería decir con “improvisar”, pero eso era algo que ellos hacían, por ejemplo, cuando en el karaoke no salía la canción que debían cantar según la lista establecida. Improvisar era algo que simplemente no existía en el ambiente laboral.

Me tomó el resto de la cena explicarles, medio en broma y medio en serio, que en otros países la “improvisación estratégica” hacia parte de la cultura empresarial.

Escrito por:

Rafaél Latorre

Ingeniero Mecánico, Trabaja en el sector de la aviación desde hace más de 20 años

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